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PlanetadeLibros
Luis Sepúlveda
Ovalle, Chile, 1949
Oviedo, España, 16 de abril de 2020
Luis Sepúlveda ©Daniel Mordzinski
©Daniel Mordzinski

Luis Sepúlveda

Ovalle, Chile, 1949
Oviedo, España, 16 de abril de 2020

Nació en Ovalle (Chile, 1949 - España, 2020). En 1993 Tusquets Editores empezó la publicación de su obra con su célebre novela Un viejo que leía novelas de amor, traducida a numerosos idiomas, con ventas millonarias y llevada al cine con guión del propio Sepúlveda, bajo la dirección de Rolf de Heer. Le siguieron las novelas Mundo del fin del mundo y Nombre de torero, el libro de viajes Patagonia Express, y los volúmenes de relatos Desencuentros, Diario de un killer sentimental, seguido de Yacaré y La lámpara de Aladino. Su novela más reciente, El fin de la historia, significó el retorno de Sepúlveda al protagonista de Nombre de torero, Juan Belmonte, con una investigación a la manera de Chandler. Con Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar, Sepúlveda se convirtió en un clásico vivo para muchos jóvenes y escolares. En esa misma tradición, Tusquets Editores publicó Historia de un perro llamado Leal y, ahora, Historia de un caracol que descubrió la importancia de la lentitud, en una enternecedora fábula para los tiempos acelerados que vivimos.

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Sinopsis de Patagonia Express

Los muchos miles de lectores de Luis Sepúlveda ya conocen su gran pasión: viajar,  deambular por el mundo, observar a sus gentes y escuchar sus historias. Pero Sepúlveda tiene también otra pasión, podría decirse que en simbiosis con la anterior, que es la de contar él mismo, a su modo, esas historias oídas y otras que, gracias a su desbordante capacidad de fabulación, enriquecen la realidad convirtiéndola en literatura.

 

Pues bien, esta vez Sepúlveda nos invita a acompañarle, codo con codo, en algunos de sus periplos por las solitarias tierras de Patagonia y Tierra del Fuego. Así, conocemos a Ladislao Eznaola, vagabundo del mar en busca de un nave fantasma, a su hermano Agustín, el bardo de Patagonia, a Jorge Díaz y La voz de Patagonia de Radio Ventisquero, la ternura de Panchito y su delfín, a aviadores enloquecidos que lo transportan todo, desde vino hasta muertos, por encima de la desolada inmensidad del paisaje... El libro se abre y se cierra con dos encuentros extraordinarios del autor con Bruce Chatwin y con Francisco Coloane, escritor chileno que alimentó la imaginación inquieta del niño Sepúlveda.

 

Apuntes de viajes, sí, pero también un aprendizaje de cómo viajar, de cómo conocer el mundo, de cómo mirarlo y quererlo. Luis Sepúlveda prolonga en cierto modo la tradición aprendida por él en los libros de su maestro Coloane y procura contagiarnos la inmensa felicidad de la verdera aventura. No en vano termina Patagonia Express con las siguientes palabras:

 

«Nunca más estaría solo. Coloane me había traspasado sus fantasmas, sus personajes, los indios y emigrantes de todas las latitudes que habitan La Patagonia y la Tierra del Fuego, sus marinos y sus vagabundos del mar. Todos ellos van conmigo y me permiten decir en voz alta que vivir es un magnífico ejercicio».

Los muchos miles de lectores de Luis Sepúlveda ya conocen su gran pasión: viajar,  deambular por el mundo, observar a sus gentes y escuchar sus historias. Pero Sepúlveda tiene también otra pasión, podría decirse que en simbiosis con la anterior, que es la de contar él mismo, a su modo, esas historias oídas y otras que, gracias a su desbordante capacidad de fabulación, enriquecen la realidad convirtiéndola en literatura.

 

Pues bien, esta vez Sepúlveda nos invita a acompañarle, codo con codo, en algunos de sus periplos por las solitarias tierras de Patagonia y Tierra del Fuego. Así, conocemos a Ladislao Eznaola, vagabundo del mar en busca de un nave fantasma, a su hermano Agustín, el bardo de Patagonia, a Jorge Díaz y La voz de Patagonia de Radio Ventisquero, la ternura de Panchito y su delfín, a aviadores enloquecidos que lo transportan todo, desde vino hasta muertos, por encima de la desolada inmensidad del paisaje... El libro se abre y se cierra con dos encuentros extraordinarios del autor con Bruce Chatwin y con Francisco Coloane, escritor chileno que alimentó la imaginación inquieta del niño Sepúlveda.

 

Apuntes de viajes, sí, pero también un aprendizaje de cómo viajar, de cómo conocer el mundo, de cómo mirarlo y quererlo. Luis Sepúlveda prolonga en cierto modo la tradición aprendida por él en los libros de su maestro Coloane y procura contagiarnos la inmensa felicidad de la verdera aventura. No en vano termina Patagonia Express con las siguientes palabras:

 

«Nunca más estaría solo. Coloane me había traspasado sus fantasmas, sus personajes, los indios y emigrantes de todas las latitudes que habitan La Patagonia y la Tierra del Fuego, sus marinos y sus vagabundos del mar. Todos ellos van conmigo y me permiten decir en voz alta que vivir es un magnífico ejercicio».

Bibliografía de Luis Sepúlveda

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